José Luis
Redactor freelance
Hola Julio. Me gusta el cariz que ha tomado el debate. Lo confieso, no sé qué hacer cuando alguien defiende la existencia de Dios basándose en afirmaciones de hecho ("Dios existe", "Dios es..."), o en experiencias subjetivas personales. Me siento inerme en tales circunstancias. Y no es por debilidad (al menos, eso creo). Sino porque en dichos términos no se puede mantener una discusión racional.
Me ha gustado que reintroduzcas el tema en el seno de una discusión filosófica. Ahora me siento más cómodo.
Es cierto que Kant recuperó a Dios en la CRP, como apoyo necesario a la ética. No puedo estar de acuerdo con esa parte de la filosofía kantiana. Y mucho menos, tomarla como base para afirmar que la sola necesidad de la moral humana demuestra la existencia de Dios. No percibo esa necesidad, por más vueltas que le dé. Es más: la ética se sustenta por sí misma, sin necesidad de un sancionador supremo de una ley moral eterna e inmutable. Diré más aún; la naturaleza de la ética es necesariamente cambiante. La ética nace de la necesidad de relacionarnos con los demás. Nace del hecho de que, como dijera Aristóteles, el ser humano es un "zóon politikon", un animal político que necesita de los demás. Los valores deben mudar como cambian los tiempos. A algunos les parecerá horrendo cuanto digo, para mí es algo obvio.
Digo esto como ateo que soy, sin negarte que la figura de Jesús pueda ser un ejemplo de virtud. Después de todo, los valores humanistas surgen del cristianismo. Pero me ofende en lo personal (y no lo digo por ti, sino por otros contertulios con los que me he topado en debates como este) cuando alguien sugiere que por no creer en Dios carezco de facultades morales o de conciencia ética. De hecho, el verdadero inmoralista es para mí aquel que, incapaz de apreciar los valores por sí mismos, necesita del refuerzo de premios y castigos de ultratumba dictaminados por un legislador supremo.
Pero, estimado Julio, ante afirmaciones como "la fe es un don", vuelvo a sentirme impotente. Entiendo, lógicamente, que para el creyente ese enunciado esté repleto de sentido. Yo, por mi parte, solo puedo especular que lo que el creyente considera un don, para mí es un determinado estado mental que no he experimentado por mí mismo. "Fe", como sin duda sabes, viene de "fides", en latín. Y significa "confianza". No he encontrado argumento, prueba, ni experiencia personal alguna que me proporcione confianza en la existencia de Dios. No es necesario practicar el positivismo para comprender que creer en algo, aunque sea con fuerza, no es garantía de nada. Lo sé, lo sé: la fe no busca garantías. De ahí que en el fondo se trate de una postura blindada a la racionalización.
Y no me considero, como decía, positivista, ni mucho menos. De hecho, lamento no haber leído tus referencias a Thomas S. Kuhn, un pensador por el que siento verdadera admiración. La ciencia no es perfecta ni completa. Pero nos ofrece la posibilidad de formular otro tipo de explicaciones más verosímiles que aquellas que idearon nuestros antepasados en un tiempo remoto, cuando empezaron a buscar divinidades protectoras en los cielos, arrojados como estaban, a un entorno inhóspito y lleno de incertidumbre. Lo sé, es un planteamiento antropológico, pero no veo qué problema pueda haber en ello.
La ciencia es incompleta. Quizá esa parcialidad del conocimiento sea, en sí misma, un don (y no necesariamente divino). Me temo, amigo Julio, que la verdad absoluta nos está vedada a los humanos. No la alcanzaremos ni por la vía de la "empeiría", ni por la de la "revelación". ¿Qué mejor apoyo sobre el que sustentar el respeto mutuo que podemos profesarnos el uno por el otro? ¿Qué mayor fundamento de la tolerancia a la postura del otro, que la imposibilidad de poseer La Verdad?
Me ha gustado que reintroduzcas el tema en el seno de una discusión filosófica. Ahora me siento más cómodo.
Es cierto que Kant recuperó a Dios en la CRP, como apoyo necesario a la ética. No puedo estar de acuerdo con esa parte de la filosofía kantiana. Y mucho menos, tomarla como base para afirmar que la sola necesidad de la moral humana demuestra la existencia de Dios. No percibo esa necesidad, por más vueltas que le dé. Es más: la ética se sustenta por sí misma, sin necesidad de un sancionador supremo de una ley moral eterna e inmutable. Diré más aún; la naturaleza de la ética es necesariamente cambiante. La ética nace de la necesidad de relacionarnos con los demás. Nace del hecho de que, como dijera Aristóteles, el ser humano es un "zóon politikon", un animal político que necesita de los demás. Los valores deben mudar como cambian los tiempos. A algunos les parecerá horrendo cuanto digo, para mí es algo obvio.
Digo esto como ateo que soy, sin negarte que la figura de Jesús pueda ser un ejemplo de virtud. Después de todo, los valores humanistas surgen del cristianismo. Pero me ofende en lo personal (y no lo digo por ti, sino por otros contertulios con los que me he topado en debates como este) cuando alguien sugiere que por no creer en Dios carezco de facultades morales o de conciencia ética. De hecho, el verdadero inmoralista es para mí aquel que, incapaz de apreciar los valores por sí mismos, necesita del refuerzo de premios y castigos de ultratumba dictaminados por un legislador supremo.
Pero, estimado Julio, ante afirmaciones como "la fe es un don", vuelvo a sentirme impotente. Entiendo, lógicamente, que para el creyente ese enunciado esté repleto de sentido. Yo, por mi parte, solo puedo especular que lo que el creyente considera un don, para mí es un determinado estado mental que no he experimentado por mí mismo. "Fe", como sin duda sabes, viene de "fides", en latín. Y significa "confianza". No he encontrado argumento, prueba, ni experiencia personal alguna que me proporcione confianza en la existencia de Dios. No es necesario practicar el positivismo para comprender que creer en algo, aunque sea con fuerza, no es garantía de nada. Lo sé, lo sé: la fe no busca garantías. De ahí que en el fondo se trate de una postura blindada a la racionalización.
Y no me considero, como decía, positivista, ni mucho menos. De hecho, lamento no haber leído tus referencias a Thomas S. Kuhn, un pensador por el que siento verdadera admiración. La ciencia no es perfecta ni completa. Pero nos ofrece la posibilidad de formular otro tipo de explicaciones más verosímiles que aquellas que idearon nuestros antepasados en un tiempo remoto, cuando empezaron a buscar divinidades protectoras en los cielos, arrojados como estaban, a un entorno inhóspito y lleno de incertidumbre. Lo sé, es un planteamiento antropológico, pero no veo qué problema pueda haber en ello.
La ciencia es incompleta. Quizá esa parcialidad del conocimiento sea, en sí misma, un don (y no necesariamente divino). Me temo, amigo Julio, que la verdad absoluta nos está vedada a los humanos. No la alcanzaremos ni por la vía de la "empeiría", ni por la de la "revelación". ¿Qué mejor apoyo sobre el que sustentar el respeto mutuo que podemos profesarnos el uno por el otro? ¿Qué mayor fundamento de la tolerancia a la postura del otro, que la imposibilidad de poseer La Verdad?
Docente de Filosofía, Ciencias Económicas y Políticas e Inglés en SECRETARIA DE EDUCACIÓN DISTRITAL CARTAGENA
Contribuidor principal
José Luis, cordial saludo. Comparto contigo la ética que no debe estar sujeta a premios y castigos. La ética la concibo desde un punto kantiano como la reflexión de nuestros actos desde la consciencia de cada cual, de manera autónoma. Debemos actuar de tal manera que lo que hagamos sea visto como correcto a la luz de los ojos de cualquier ser humano racional. Lo bueno o lo malo debe manejarse con unos cánones universales, valido o reprochable para cualquier cultura o sociedad. Pero en si la ética debe partir de la razón de cada persona que se relaciona en un contexto social determinado.